Crónica de un querido perdedor.
NO QUEDA NI UN FASO EN LA MESA(*) “…yo no quiero seguir siendo Jorge Luis Borges, yo quiero ser otra persona. Espero que mi muerte sea total, espero morir en cuerpo y alma.” J. L. Borges ‘La inmortalidad’ (fragmento) El tipo tenía un bar de barrio que conservó hasta su muerte. El bar, tenía a un tipo de barrio hasta que murió. El tipo, fue el bar del barrio hasta su muerte. Tendría unos cincuenta y seis años y aparentaba por lo menos sesenta y cinco, muy flaco, el abdomen un poco hundido, un tórax que dejaba ver las costillas que se adivinaban a través de la camiseta que llevaba siempre debajo de una pulcra y envejecida camisa de traje blanca en general, tal vez celeste, alguna vez rosa. Pulcritud y pobreza de la mano suelen despertar un sentimiento de cuidado que hunde en el barro de la ignorancia los prejuicios tan extendidos sobre la carencia y descubren una potencia que bucea en la injusticia. Era uno de esos exóticos personajes de la noche porteña, esco