Carta III

LA APARICIÓN DE UN BLOG



---Es la tercera carta que voy a enviarle. No me responde. Un escritor con una regla inviolable, no responder a cartas de lectores. Me empecino. Sé, por sus crónicas, que una vez lo hizo, sucumbió. Escribo y leo desde siempre pero últimamente se volvió necesidad. Se lo conté en la primera carta cuando respondí a los lineamientos que definen su taller de escritura, el formato, el importe. No tengo un centavo. La condena mundial a cuatro paredes me dejó con una economía en muy mal estado y la necesidad de escribir, eterno fantasma acechante, se volvió imperiosa. 

    Le tendí una trampa. Él pedía un relato sobre mi relación con la literatura de una carilla, lo hice pero sobre el final expliqué que no podía pagar y que el formato de presencia virtual que ofrecía me era inabordable, que imaginaba una suerte de entregas y devoluciones. Tendí la trampa porque me acompaña el -tal vez- delirio, de ser su protegida. Una figura olvidada por el mundo del arte, en otras épocas tan bien vista, tan acogida por grandes artistas de la historia. Se lo dije en la segunda carta, un mes y doce días después que no respondiera a la primera.

    En ambas me metí con lo que creo un posible talón de Aquiles. Una vez, en una entrevista expresó que la cuestión con las crónicas que escribía era lograr mantenerse en lo 'elegíaco' sin caer en lo 'nostálgico pedorro'. Un acto de soberbia del que, especulo por cortesía, debe estar arrepentido. Contaba que para eso se necesitaba mucho oficio y un control de la técnica que, en honor a la verdad, me interesó. Le revelé mi deseo de conocer ese control sin dejar de mencionar que, al saberlo, volver a leer sus crónicas había transformado mis antiguas sensaciones de placer en aburrimiento, un velo tapaba toda posibilidad de apropiación de lo elegíaco y me dejaba ante el cirujano de la palabra. Pasé algunos años sin leerlo hasta que me topé con una crónica sobre quien habría sido para él un maestro, una belleza. Tal vez por el paso del tiempo, o quizá porque su 'ser escritor' está atravesado por el personaje del relato, volvió a conmoverme. En la carta cometí un error, escribió dos crónicas sobre él y mencioné la equivocada, allí le expresé mi deseo de conocer ese control. Si algo no tengo a la hora de escribir, es oficio. Sólo afición. A decir de Milán Kundera, sería simplemente una ‘grafomaníaca’, una más en esa irremediable hueste de seres humanos que 'teme desaparecer desoído y desapercibido en un universo indiferente y por eso quiere transformarse a tiempo en un universo de palabras'. No estoy segura de acordar del todo, más bien creo poseer un universo de palabras cuya valía de exponer no corre del todo por mi cuenta, aunque sí la posibilidad de refinar.

   En la segunda carta le hablo de una crónica de Haroldo Conti  sobre Hemingway, en la que creo reconocer la posibilidad de entrar en la nostalgia manteniéndose en una línea fina que no cae en el pasado como tiempo muerto. Una extensa crónica en la que Conti susurra el relato de su propio derrotero de búsqueda sobre el hombre, no el escritor, y nos deja, como casi siempre, en el agua de una vida frágil, solitaria y mínima más allá de lo popular. Las playas, los personajes simples, el alcohol, el amor perdido; nostálgico todo el tiempo, nunca desbordado. En mi empecinamiento quería discutir esto con él. Mientras escribía imaginé todo lo que tendría para decir, y nada a la vez, el mismo silencio de su falta de respuesta me embargó. Cuenta que desde siempre logró leer los libros desde adentro, la construcción, los hilos, yo le conté que mientras leo logro permanecer en la mente del escritor, accedo a su cosmogonía, me meto en su pensamiento, de los libros me llevo mentes, estructuras mentales, me nutro de ellas. Tendría que leer más de él. Conocer la suya.

   Hay algo que no le conté. Desde que tengo memoria, sueño que escribo, no soy una escritora, no, mis sueños son escritura, me despierto con párrafos enteros que no consigo descubrir de dónde extrajo mi mente. Veo las palabras mientras las escribo a mano. No conozco la información y a veces no recuerdo haber usado algunas de las palabras que aparecen. Se pierden. Me duran minutos, luego se van. Lo que queda es la acechanza que murmura algo que a mi entender, debe ser develado.  

   Esperaba conmoverlo. En el relato sobre mi relación con la literatura me intenté mostrar solvente, con una opinión formada, que poseo, aunque reconocí en ella mi obvia posición de minusvalía respecto de él. Leo hace cuarenta años, no siempre con la misma intensidad, no como debiera leer un escritor, perdí mucho tiempo, pero leo siempre. Pedía que enumerara cinco libros que me hubieran pegado fuerte, para bien o para mal, decía que le interesaba tanto el bien como el mal. No pude con el mal. Los años de lectura hicieron que mi mente sólo capitalice. Aunque ahora que lo escribo me aparece como si un viento hubiera soplado la tierra dejando al descubierto algo enterrado, y esta es siempre otra razón para escribir; escribir es pensar. Hubo un libro en particular que apenas terminé fui a cambiar al Parque Rivadavia, Número Cero, de Humberto Eco. Una verdad sobre cómo se arma la información para la producción de subjetividad, me desquició. Perfectamente escrito, anclado -más allá del relato de la redacción de un diario- en la historia personal del protagonista. Lo odié, una verdad que conocía aunque negaba como mecanismo de defensa el relato me la ponía a palpar. Insoportable. Humberto Eco vale dinero, lo cambié por tres. Ese libro fue el mal. Lo digo ahora, en esta tercera carta que, además, decidí publicar en un blog.

    Publicar cartas, textos, quincenalmente, tal es la frecuencia del taller de escritura que ofrece. La idea: hacer un taller con un escritor que no me responde y con ciertos comentarios que pudieran surgir en este blog. Especular sobre posibles correcciones, tener la excusa para escribir regularmente, pensar temas para desarrollar y compartir. Usar tal vez sus crónicas, entrevistas, personajes, ideas propias y otros libros como territorio de investigación y análisis para la escritura. Escribir sobre todo esto como excusa para desarrollar relatos, escribir para un taller fantasma con la ilusión puesta en el agradecimiento que sintió hacia su maestro por los años de literatura compartida, escribir por mí. Abordar un camino cuyo objetivo sea sólo transitarlo.

   Esperar. Ver a dónde me lleva.

Roxana Cohen Falah

Comentarios

  1. Un placer leerte, Roxy. Vamo' lá.

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  2. Festejo que su silencio haya puesto palabras en vos...este blog es un espacio en dónde las palabras borroneadas en tus sueños salgan pintadas...no niego que me encantaría que se llene y engorde con todos tus textos. Besos

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    1. Gracias Amiga!! Eso haré. empezaron a brotar sin pausa por estos días. Te quiero.

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  3. Más allá del.motivo inicial que te llevo a crearlo...��

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  4. Una vez mas me sorprende tu arte!!!'
    Te felicito

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  5. Y finalmente me veo haciendo lo que relatas, metiéndome en la cabeza del escritor, en este caso en tu cabeza Roxy, descubriendo que lo que escribís revela la existencia de los caminos infinitos de aventuras del pensamiento y el sentir. Seguí que está bueno!
    Beso grande.
    Boberto

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  6. Roxana. ¡Qué hermoso es leerte! Esto es arte. Es comunicación, cómo la música, la cerámica, la pintura, la palabra, la fotografía. Te felicito por tener el valor de escribir. ¡Adelante! Y quiero disfrutar como lector los próximos capítulos.

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  7. Me gusta el blog. Leo y vengo a leer
    .te felicito roxy

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    1. Ayyy gracias!!! Muchas gracias! Son tan necesarias las devoluciones... 💜💞💕

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  8. Me gustó leerte!! Que bueno célebres al gran Milán Kundera
    Multiplico tu palabra en mi FB. Abrazo Roxi querida

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