Noche

 Entregada a la voluptuosidad que otorga un amor propio construido en la paciencia y la determinación de sumar uno a uno los pequeños granos de arena y lograr cierta firme, orgullosa montaña, me amé.

Lo hice lentamente y consciente de la belleza que encarna la soledad.

Abrazo fraterno de entrega profunda, deseada.

Llegaron soledades compartidas de otras veces, de otros tiempos, abonaron al calor, se presentaron en imágenes cual plumas, que me recorrieron junto a mis manos.

Erizada en el túnel infinito del goce de sí, de mí, esperado, ansiado, exultante río de agua tibia me abordó evaneciéndome.

Las sombras me abandonaron.

 Aromas, sabores y sonidos me anegaron para enriquecer la escalada de fuego. 

Ya no estoy, no soy más que la dicha de una piel.


Febrero 2021

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