La mirada que enlazó dos obras

 Un río de palabras, la memoria.

¿Dónde está la memoria de los días
que fueron tuyos en la tierra, y tejieron
dicha y dolor y fueron para ti el universo?

Jorge Luis Borges

Jochen Gerz fue un artista alemán nacido en Berlín en 1940, vivió en París desde 1966 hasta 2007, es un artista conceptual especializado en el horror de la guerra. Respetado como tal, Gerz llega a su máxima expresión artística en la realización de lo que popularmente se dio en llamar anti-monumentos. Es considerado, el “artista de la memoria” por excelencia. «La memoria es como la sangre, está bien cuando no se la ve», nos dice Gerz.

En el año 1990 le encargaron en Alemania un monumento contra el racismo para la ciudad de Sarrebruck. Se eligió la calle del centro de la ciudad que lleva al castillo donde la Gestapo había instalado, durante la guerra, su cuartel general. Son dos cuadras adoquinadas. Gerz averiguó que había 2.146 cementerios judíos a fines de 1939 en territorio alemán, algunos declarados, otros secretos. Entonces extrajo del empedrado 2.146 piedras al azar y le grabó, a cada una, el nombre de un cementerio. Luego las volvió a su lugar con el grabado hacia abajo. Su monumento no se ve, pero está. La tragedia, si es representada figurativamente tiende a perder valor simbólico. Gerz, en su genio de artista excluye a su obra de esta posibilidad. La dimensión de la masacre pide respeto, reverencia. El filósofo alemán Theodor Adorno se expresó sobre la imposibilidad de la representación del horror, intentaba responder a la pregunta por el arte luego del Holocausto. Desarrolló conceptos sobre la representación de lo irrepresentable y decía que es en la esencia del artista, en su sensibilidad inmanente, donde reside la capacidad de transmitir lo irrepresentable. Así, en el monumento de Gerz, el único modo de entablar contacto con el horror que significa la existencia de 2.146 cementerios judíos en 1939 en territorio alemán, es a través de la palabra. En el libro El Objeto del Siglo de Gérard Wajcman se puede leer, «Este monumento, (…). Clava bajo los pies de los ciudadanos, todos los días, de la mañana a la noche, en el corazón de una ciudad: ‘Véase sobre qué está edificada Alemania’». Y lo hace desde el silencio, desde la ausencia, nos pone en el imperativo de trabajar con la memoria a través de la palabra. Se opone a la tranquilidad de conciencia ciudadana que promueven, en general, los monumentos a la memoria, quienes por sólo existir nos liberan del acto de recordar y de transmitir.

En 1986, Gerz inaugura el Monumento de Hamburgo contra el fascismo. Construye un pilar de doce metros de altura, cuadrado, de un metro por un metro. Lo recubre con una lámina de plomo. Y se reparten volantes que incitan a la gente a grabar un mensaje en él. Las personas grabaron sus pensamientos sobre la guerra. Al tiempo, alguien descubrió que su inscripción había desaparecido e hizo la denuncia. Le respondieron que el pilar estaba preparado para hundirse de a poco, dos metros por año. Un viejito, al que le habían matado a toda su familia se ofreció a reescribir su frase antibélica todas las veces que hiciera falta. También preguntó: «¿Qué pasará cuando ya no esté?». «Habrá que decirla», respondió Gerz. «El dolor por el pasado no es lo mismo que la acusación, o la denuncia del pasado. La función estética del arte es encontrar la verdad. Y la verdad es algo que debe tener voz, hablar». La torre fue hundiéndose hasta el año 1992, que llegó a ser una tapa en la vereda. Hoy para encontrarse con el monumento de Gerz habrá que contarlo. El monumento desapareció, nuevamente el silencio y nuevamente la ausencia, sólo la palabra mantiene viva la memoria.

Les cuento sobre este artista porque recientemente desarrollé una obra relacionada con la memoria de los desaparecidos, la cual, a un filósofo amigo le hizo recordar a Gerz y me lo transmitió, conocí a Gerz a través de él. Salvando las inescrutables distancias, mi obra mantiene relación, por un lado, con la palabra y por el otro, con una dialéctica de ausencia/presencia. Es una instalación interactiva y penetrable. El espectador ingresa a un espacio rodeado casi absolutamente de telas negras que cuelgan del techo, con una iluminación muy tenue con vasijas de cuello fino emulando lámparas a la altura de las rodillas, y se encuentra con placas de cerámica de aproximadamente 10 x 15 cm desparramadas sobre tierra en el piso que representan antiguos papiros. En las placas se encuentra esgrafiada información sobre algún desaparecido junto con su nombre y en el revés de la placa, la inscripción ‘desaparecidx por la dictadura militar argentina 76/83’ con el título de la muestra: ‘Aparecer y Perdurar’. La información que se halla en la placa puede ser alguna frase o idea expresada en vida por el desaparecido, o por ejemplo, qué estudiaba, de qué color eran sus ojos, de qué trabajaba, qué le gustaba hacer, cómo era su personalidad, cómo le decían los amigos, cómo miraba, qué detestaba, etc. Datos de su ‘ser humano’ vueltos en un corpus de escritura y grabados sobre el cuerpo de un objeto realizado en un material imperecedero, la cerámica. La interacción del espectador con la obra consta de la posibilidad de llevarse para conservar, una placa a elección, a cambio de dejar en su lugar un papel (que le es proporcionado en la misma instalación) con un dato del mismo tipo del que sea poseedor. La información recogida en cada puesta será luego plasmada en nuevas placas para próximas exposiciones.

Quería pensar con ustedes la relación que posiblemente a mi amigo le hizo recordar a Gerz. Es interesante, ya que hablamos de ella hoy, pensar cómo funciona la memoria. Las placas cerámicas están grabadas, como ambos monumentos de Gerz. Las palabras sobre la vida de nuestros desaparecidos se ponen a circular entre nosotros cual fluir de un río de memoria. La presencia del objeto por sí misma no da cuenta de ningún horror, sino que plasma algo sobre una vida. La obra es itinerante por tanto aparece para luego desaparecer, lo mismo que sus placas que tanto van habiendo nuevas como desapareciendo las anteriores. La obra necesita de la memoria de los espectadores sobre nuestros desaparecidos. Entabla también con ellos una relación, como en las obras de Gerz, sobre ambas se camina, incluso sobre una se graba y en ambas se necesita al espectador para el relato. Por último, para presentar esta relación tendré que contarles lo mismo que a mi amigo. Cuando pensé la obra, imaginé que si hubiera un apocalipsis, las placas, que son de un material imperecedero que los antropólogos vienen estudiando para entender desde siempre, las civilizaciones antiguas, aparecerían enterradas por doquier con las palabras de ellos, es decir, los imaginé trascendiéndonos, por eso la obra se llama Aparecer y Perdurar. Obra, que si desean, podrán encontrar en la Instalación Virtual Permanente en www.apareceryperdurar.webnode.com y si alguno de los que lleguen a leer estas palabras lo desea, puede también intercambiar una placa por la información que posea. Los datos sobre su humanidad, que no son fáciles de encontrar.


MAYO 2022

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