Lo que no deja de volver
"...
Duerme entonces niño,
que el mar duerma,
que la inmensa desventura duerma.
Raúl Zurita
Hace unos días terminé de devorarme un libro recientemente presentado. Supe mientras lo leía que iba a querer escribir sobre él. A medida que lo hacía la idea sobre la necesidad de la existencia de esas líneas no sólo no me abandonaba sino que iba creciendo. "Necesidad de la existencia de esas líneas", lo quiero repetir. Pensaba que era necesario para la sociedad en general acceder a ellas y sobre todo no dejaba de aparecerme la franja etaria que el autor tiene presente mientras lo escribe. Esos pibes, para quienes la dictadura es una historia añeja, obsoleta, aburrida, plausible de ser enterrada junto con sus abuelas, negada o puesta en duda. Tal pensamiento es amparado por una cultura que nos impulsa a vivir un aquí y ahora únicos, desconectados de nuestro propio pulso histórico, una apología de la indiferencia, una negación de los conceptos de causa y consecuencia tan fatal como irreal que propone como modo de vida una sumatoria de momentos inconexos entre sí, despojados de cualquier idea de unidad, de devenir, de derrotero, de –si se me permite- relato. Me pregunto qué tipo de realidad puede construirse borrando las huellas de los pasos que nos dejaron en este aquí y en este ahora, me pregunto qué significantes contendrán las acciones que nos propusiéramos a la hora de elegir. Y finalmente, con qué certezas podrían contar, los pasos que demos desde ese lugar despojado de su historia, de su contención conceptual.
El libro fue presentado en abril por la editorial Octubre en la feria del libro y se agotó, hoy se puede conseguir en la librería Caras y Caretas y se llama Manual sobre Terrorismo de Estado en Argentina, lo escribió el Juez Adrián Grünberg, amigo querido, a quién creo que conocí más por esas líneas que por nuestros breves y esporádicos encuentros, creo haberlo vislumbrado a través de los apasionados adjetivos por ejemplo o en tantas frases en las que creía adivinar una comunión entre cierta paz de una tarea hecha, de un objetivo cumplido y la impotencia tanto de lo no conseguido como de la observación del momento histórico actual que de algún modo intenta arrasar con un trabajo hecho a pura conciencia.
La descomunal cantidad de información que nos brinda, escrita de un modo ágil, ameno, claro, didáctico, -uno no puede parar de leer-, y a la vez desesperar porque están todas y cada una de las razones por las que negar esa historia no es posible, están todas las razones por las que es claro que escuchar “versiones” es inadmisible. Entiendo esto como el objetivo del libro, lo entiendo como necesidad. Y no sólo, ya que no hay manera de eludir la verdad sobre que este hoy que transitamos de parálisis de las organizaciones estudiantiles y de trabajadores, este aquí y ahora, es el punto del camino en el que nos dejó esa historia. En ese punto, no he podido evitar el escalofrío de constatar la cantidad innumerable de instancias calcadas de este horror del pasado sobre la coyuntura actual, ya sean los discursos de lenguaje amenazante, los símbolos que se utilizan, la economía de ajuste brutal, sólo para ilustrar comparto un ejemplo, la frase ‘gente de bien’ que no dejamos de escuchar el último tiempo, tiene su, digamos “etimología”, en la antigua “hombres de buena voluntad”. Insisto, resulta escalofriante. Entendí que saberlo de antemano no era suficiente, leerlo en ese nivel de detalle me permitió aprehender cabalmente la situación que vivimos.
Creo que lo más difícil de hacer cuando hablamos de esa historia son tres cosas que Adrián salta con maestría en mi opinión, la primera es que elude caer en un discurso que casi inevitablemente podría ser obsceno dados los hechos que hay que relatar, consiguiendo por el contrario una austeridad y una asepsia sorprendentes. Otra es mantenerse en la imparcialidad de los datos que documenta, para desarrollar y así explicar el derrotero de lo ocurrido, a la vez que deja traslucir muy sutilmente al espectador de esos mismos datos sin dañarlos, en su propio horror frente a lo que le tocó oír, ver, juzgar. A pesar de esto no hay en todo el libro una sola referencia a sí mismo, ni sobre los juicios en los que participó, de hecho sé que el libro lo escribió solo y uno se encuentra con que el narrador que usa está en plural. Y por último la inexistencia absoluta (y esto lo quiero remarcar porque creo que es un dato que podría hacer que nuestros pibes se avengan a empaparse de esta historia), de regodeo en el sufrimiento ni victimización. Hay algo lindo también en el modo en que eligió contarlo. Cada capítulo es una pregunta y su desarrollo es la respuesta. ¿Qué pasó? ¿Cómo lo hicieron? ¿Quién fue? ¿Por qué?
En fin, vuelvo al principio, la necesidad de que esas líneas circulen me parece incontestable, por ello publico esta reseña. Mientras leía pensé incluso que es un Manual de Historia que debiera darse en los secundarios. Debiera. No existe ninguna posibilidad de entendernos hoy, de pensarnos, sin el conocimiento cabal de esta aberración que nos ocurrió. Y creo que esa palabra, cabal, es la que me surge como sentimiento íntegro luego de haberlo leído. Cabal, porque en sus líneas condensa la sensación del peso de la ley.
Por último, me parece un legado y un acto de amor a su propia historia laboral -en un presente que vuelve a ver a la SIDE resurgir de sus cenizas y tanques transitando nuestras pacíficas calles- y al lugar que eligió ocupar en el mundo. Pienso también que es un acto de amor hacia los familiares de los desaparecidos, hipótesis que formulé luego de leer una frase en el libro que hablaba de las pesadillas que sufren los mismos y el poema de Juan Gelman que antecede al epílogo y cuya última línea es “…si pudieras volver a casa una noche cualquiera”, escrito en 2013, treinta y siete años después de la desaparición de su hijo.
El cuerpo como ‘objeto’, es lo único que habilita un duelo. El duelo, ese atravesar la experiencia que va del dolor de la pérdida a la aceptación de la falta, es lo que nos permite acceder a la capacidad de sustitución del ‘objeto perdido’ por el vacío, y es el vacío, -esa aceptación de la falta-, el cual relanza, reinaugura la dialéctica del deseo y recupera la capacidad de goce.
Así estamos... Los invito a leer y a difundir.
Julio 2024
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