3--- ¿Y qué de los cuerpos hoy confinados en las palabras?

 El confinamiento nos obligó a una reverberación de palabras y de imágenes virtuales (con estas últimas no me voy a meter ahora). No tengo registro de un momento en el que tal cantidad de pensadores/as se hayan puesto a parir tantos universos de palabras en el intento de explicar, de arribar o de aproximarse a una verdad sobre el momento actual. Hoy las relaciones entre infinidad de personas fueron obligadas a circunscribirse a las palabras, sin contacto, sin gestos, sin miradas, sin sudores, sin olores, sin copas chocando, sin manos frías o torsos calientes, sin los silencios propios de cuerpos que conversan. Reducidos a mensajes y llamados telefónicos, los vínculos, quedaron presos de las palabras que fueron abundando y tal vez invadiendo y desvirtuando su naturaleza de ser-con-el-cuerpo. La sumisión a la virtualidad no bastó, ni siquiera se acercó; verse a destiempo en las pantallas, escucharse a destiempo, hablar unos encima de otros, todos lo vivimos, no vino a suplir la presencia inestimable de los cuerpos. Los educadores fueron los primeros en hablar de esto y quizá por una necesidad de optimismo o por el afán de continuar con alguna razón valedera, a como dé lugar, con el cumplimiento de calendarios académicos, arribaron a la conclusión de que en este paréntesis, lo importante es ‘sostener los vínculos’. Es cierto en un punto, algunos vínculos fueron sostenidos, aunque otros fueron invadidos, desvirtuados, otros perdidos, la sensibilidad de muchos se exacerbó, la alegría de algunos devino tristeza, la melancolía de otros depresión o ira, las posibilidades materiales o emotivas frente a la virtualidad hizo que no fuera posible para todos. Los cuerpos confinados a las palabras no son los mismos cuerpos libres en su potencia de obrar, libres en el silencio que les es propio, libres de usar su propio lenguaje que no es otro que el de la acción. Los cuerpos actúan, esa es su esencia, la cual incide en (me meto en la controversia, aunque para eso voy a citar a Spinoza) el alma.

El que tiene un cuerpo apto para muchas cosas, tiene un alma cuya mayor parte es eterna’.
Una persona muy bella, con una sabiduría intuitiva enorme, me escribió hace unos días, ‘esto nos movió el cuerpo y el alma’, y me hizo acordar a la frase de Spinoza y a todo su desarrollo sobre la potencia de obrar, de lo que es capaz un cuerpo y a una poesía de Benedetti quien dice que es un vals porque la que habla es el alma, se las comparto. En ambos casos entiendo que la acción de los cuerpos es una-con-el-alma.
Desde el alma (vals)
Hermano cuerpo estás cansado
desde el cerebro a la misericordia
del paladar al valle del deseo

cuando me dices / alma ayúdame
siento que me conmuevo hasta el agobio
que el mismísimo aire es vulnerable

hermano cuerpo has trabajado
a músculo y a estómago y a nervios
a riñones y a bronquios y a diafragma

cuando me dices / alma ayúdame
sé que estás condenado / eres materia
y la materia tiende a desfibrarse

hermano cuerpo te conozco
fui huésped y anfitrión de tus dolores
modesta rampa de tu sexo ávido

cuando me pides / alma ayúdame
siento que el frío me envilece
que se me van la magia y la dulzura

hermano cuerpo eres fugaz
coyuntural efímero instantáneo
tras un jadeo acabarás inmóvil

y yo que normalmente soy la vida
me quedaré abrazada a tus huesitos
incapaz de ser alma sin tus vísceras.
Entonces ¿qué de los cuerpos confinados en las palabras? ¿qué de nuestras almas?
Me aparece Juan Gelman, ‘En el miedo a la muerte, la muerte no vale la pena’.
La idea de que la vida es tan importante, sabemos ya, es hija del capital que necesita cuerpos productivos cuanto más tiempo mejor para servirlo, dato que como todo lo que es naturalizado es olvidado. La vida es bella, no es importante a mi entender y esto merece un desarrollo aparte, que por hoy lo dejo también. La vida es bella en cuanto se proyecte hacia una ‘vida buena’ que si no me equivoco es un concepto que implica tanto a oriente como a occidente desde tiempo inmemorial. La diferencia entre la ‘mera vida’ y la ‘vida buena’ (Mr. Han) es lo que fuimos perdiendo de vista. Sobrevivir para producir, para reproducirse, para mantenerse en los decorados a los que nos confina el lenguaje del capital, no es otro a mi entender que el territorio de Hades y ¿por qué no plantearse habitar el Olimpo, en vez de alimentar al inframundo? ¿Qué otra cosa puede dejar una huella que valga la pena que un cuerpo que salga de la servidumbre, que se deshaga del universo de palabras impuesto para habitar desde su lenguaje de acción un intento de Olimpo propio?
Morar en los intersticios es posible, está lleno, son hermosos y hay mucho espacio.

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