Instalación Artística: “Aparecer y Perdurar”. Un gesto político de construcción de memoria sobre lo profundamente humano de las ausencias

 

El cuerpo se excribe.

La escritura es cuerpo.

La cerámica, un cuerpo imperecedero.

 

Desde marzo de 2020 y hasta noviembre de 2021, en el espacio Multicultural de la Universidad Nacional General Sarmiento, en una gran sala, estuvo expuesta una instalación de mi autoría que recién se completó con la presencia de espectadores en septiembre de 2021 dada la realidad global en la que nos veíamos inmersos. La instalación es interactiva y penetrable. El espectador ingresa a un espacio rodeado casi absolutamente de telas negras que cuelgan del techo, con una iluminación muy tenue con vasijas de cuello fino emulando lámparas a la altura de las rodillas, y se encuentra con placas de cerámica de aproximadamente 10 x 15 cm desparramadas sobre tierra en el piso que representan antiguos papiros. En las placas se encuentra esgrafiada información sobre algún desaparecido junto con su nombre y en el revés de la placa, la inscripción ‘desaparecidx por la dictadura militar argentina 76/83’ con el título de la muestra: ‘Aparecer y Perdurar’. La información que se halla en la placa puede ser alguna frase o idea expresada en vida por el desaparecido, o por ejemplo, qué estudiaba, de qué color eran sus ojos, de qué trabajaba, qué le gustaba hacer, cómo era su personalidad, cómo le decían los amigos, cómo miraba, qué detestaba, etc. Datos de su ‘ser humano’ vueltos en un corpus de escritura y grabados sobre el cuerpo de un objeto realizado en un material imperecedero, la cerámica. La interacción del espectador con la obra consta de la posibilidad de llevarse para conservar, una placa a elección, a cambio de dejar en su lugar un papel (que le es proporcionado en la misma instalación) con un dato del mismo tipo del que sea poseedor. La obra así, cobra vida, ya que la información recogida en cada puesta será luego plasmada en nuevas placas para próximas exposiciones, lo cual, la ingresa en una dialéctica de desaparición/aparición, la vuelve un otro que se vincula con el espectador estableciendo una relación entre alteridades.

La propuesta de vuestra mesa tocó una gran cantidad de los ejes conceptuales con los que acaeció el desarrollo de la obra. La primera y principal, que a mi entender, despega a esta obra de ser mercancía de consumo para la ética de la memoria, está relacionada con la incorporación del cuerpo vivo como cuerpo presente. Es muy difícil en estos tiempos abordar la temática de los desaparecidos sin caer en clisés. Me animé a abordarlo porque en esta idea me encontré con algo realmente diferente a lo que conocía y es la posibilidad de hacer aparecer ‘un cuerpo’ y no proponer observar una ausencia, ni recordarla, tampoco mostrar la falta, sino acoger una nueva presencia, un nuevo modo de convivir con aquellas personas, ya no desde la idea de héroes, ya no desde la ausencia irremediable, desde el vacío, tampoco desde el horror ni la tortura ni la desaparición, ni desde la búsqueda o la denuncia, todas formas discursivas a las que quedaron socialmente atados ya que el cuerpo es el papel en el que la sociedad escribe sus discursos, es tocado y trastocado por el moldeo que hacen las representaciones dominantes que significan al cuerpo. Por el contrario, la obra pone en relación al público con nuevos ‘cuerpos’ desde la singularidad que tuvo cada una de aquellas existencias, desde sus fragilidades humanas, sus vidas, sus voces devenidas en corpus de escritura sobre un cuerpo cerámico, imperecedero, desde un lugar amoroso que los libera de las ataduras del discurso político y social y los ofrece para ser conservados y, en el mismo acto, reinterpretados.

La obra recupera nuevos cuerpos y les devuelve a aquellos la palabra que les fue arrebatada al haber sido convertidos en instrumentos del goce de otros, logra que el cuerpo sea leído, comunica el cuerpo, lo hace hablar, lo manifiesta, trae su voz, lo convierte en significante, lo expresa. En este acto reconstruye el lazo social en una nueva propuesta de relación con un cuerpo dotado de palabra. Se despega de la dialéctica ausencia-presencia/olvido-recuerdo, lejos de representar la presencia de una ausencia, lejos de develar el síntoma sufriente del duelo imposible o de pedir que se observe la ausencia; repara, entrega, se da, ofrece un cuerpo que dice.

Jean Luc Nancy sugiere no pensar al cuerpo como posesión, dice que “no tenemos un cuerpo sino que somos un cuerpo” (Nancy, 2003: 55), el cuerpo es el ser aquí y ahora, es la exposición de la existencia, un cuerpo escrito, un territorio textual en donde se inscriben pautas de identidad, representaciones genéricas, discursos étnicos, políticos, sexuales, escenario cultural por excelencia en el que se expresa la noción de sujeto, de sociedad, registro orgánico de la historia de la humanidad. Esta escritura toca al cuerpo por esencia concluirá Nancy, es en sí cuerpo, que el cuerpo utiliza para ser interpretado, es una forma de hacer hablar al cuerpo, el lenguaje media entre éste y el pensamiento. Por tanto, escribir es revelarse, hacerse ver, presentarse ante otro, es hacer palabra el cuerpo, la escritura es el vehículo del cuerpo, es cada marca que se adquiere o provoca en el mismo, es un lugar de venida a la presencia del cuerpo. Foucault señala que el papel de la escritura, aunada a la lectura, constituye “un cuerpo”; la escritura transforma lo visto y oído en fuerzas y sangre. Luego, la escritura misma se convierte en corpus de escritura, espacio en el que la muerte traspasa un nivel de conciencia colectiva, va más allá de su literalidad, se expande, se desplaza, se convoca. Las palabras plasman el escenario de representaciones que es el cuerpo, de allí parten para insertarse en el cuerpo social, allí se transforma la finitud del cuerpo en intemporal.

En la instalación, estos conceptos son palpables, por completo asibles. Esos cuerpos están ahí, presentes, a través de sus propios enunciados, comunicando sus subjetividades. Mi propio cuerpo medió para excribir -como dirá Nancy- sus cuerpos, en el acto de esgrafiar la arcilla con esos relatos lo que significó un nivel de conmoción que me modificó por completo y para siempre. La excritura, es la voz viva del cuerpo manifestada a los demás como signo mismo de la existencia, excribir el cuerpo es restituirle justicia por medio de la escritura, es tocarlo, esculpirlo con el pensamiento, comunicarlo, hacer que el cuerpo se convierta en significante, que se toque, que hable, lo cual introduce un nuevo modo, social y político, de nombrar al cuerpo y por lo tanto de entenderlo, desbaratando antiguos automatismos sociales y políticos enquistados. La experiencia del sentido y de la libertad se excribe con el cuerpo, el cuerpo como libertad escribiéndose, como la aspiración de una indagación, de un nuevo pensamiento de la libertad dirá Nancy. La arcilla esgrafiada con dicha ‘excritura’, luego del paso por el fuego se convierte en cerámica imperecedera en dónde esos cuerpos perdurarán excritos, aparecidos, presentes, en su propio cuerpo de sílice, arena y barro.

Luego el público completa, lo hace a través de su propia actividad corporal provocada por el ingreso al espacio de la instalación, que logra un impacto sobrecogedor y también a través del proceso de lectura. Construye el texto en su cuerpo de sujeto político adoptando una personal ruta de sentido y siendo modificado por él, creciendo con respecto a su propia experiencia corporal por medio de la narración que describe otro cuerpo, que lo significa, que debe ser leído para hacerse escuchar, que fue liberado a través de la palabra que perdura, que va a ser penetrado por el lector, en donde también penetrará en una suerte de conmoción amorosa, reparadora, que ya no estribará en un ejercicio de memoria sino en la posibilidad de un nuevo modo de relación con ese cuerpo, que además habitará junto a él, en su propia casa, no será un recuerdo, será una presencia que restaura la red de sentido, repone desde su singularidad lo que falta, rescata del vacío lo que fue sustraído, un ‘cuerpo’.

La obra se opone así a la abyección como gesto político, a la suficiencia del acto de enunciar, de solamente develar o recordar, para proponer un vínculo, una fusión, una reunión, una convivencia, un nexo presente, tanto en el cotidiano para quien haya podido conservar una placa, como en lo aleatorio de haber asistido a la muestra. La instalación hace Aparecer y Perdurar para siempre la excritura de esos cuerpos y ofrece desde su propia vitalidad la restitución de lo que recibe, siendo modificada también, funcionando como otro, como la presencia física, asible, palpable, de todas esas -a partir de ella- antiguas ausencias.

Comentarios

  1. Presentes! Ahora y siempre!

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  2. Llega aquí para leerte. Presentes, ahora y siempre!
    Mis cariños❤️

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    Respuestas
    1. Gracias Gastón, por tus lecturas!!! Cariños para vos también. Abrazo grande ❤

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